Comunidades colaborativas: de ciudadanos globales a activistas del bien común

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Las comunidades colaborativas en general están basadas en lazos afines y valores compartidos. Se establecen por proximidad y son democráticas. Junto a las comunidades se crean redes que están basadas en eficiencia y el alcance, y pueden crecer a gran escala gracias a la tecnología y meritocracia.

Cuando un sistema funciona es porque las comunidades colaborativas y las redes también funcionan, y más que nada cuando las reglas y las relaciones humanas coordinan y funcionan.

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Sin embargo, la ecuación no estaría completa sin los recursos que pueden ser diversos:  herramientas tecnológicas, presupuesto, espacio físico o virtual de trabajo, bienes materiales en general. Además, también están los recursos intangibles como conocimiento, la cultura, los afectos, la comunicación, etc.

Una ventaja que se les atribuye a las redes y comunidades colaborativas, la de “hacer más con menos”. Esto se relaciona con el uso compartido y la recombinación de los recursos. Pues, conlleva a un uso frecuente e incluso a la innovación, mediante nuevas aplicaciones de los recursos.

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¿Cómo nacen las comunidades colaborativas?

Todas nacen de un propósito común, de una necesidad por satisfacer. Esto conduce a que las personas participen en una red, interactúen entre ellas y creen soluciones y planes de acción. Para mantenerse activas necesitan de la retroalimentación en forma de conocimiento, contactos, cuidados y búsqueda del crecimiento de la red.

Cultura colaborativa

La cultura es una especie de tejido social que abarca las distintas formas y expresiones de una sociedad y hace referencia al cultivo del espíritu humano y sus facultades intelectuales. Por ello, este tejido es esencial para establecer hábitos, creencias y prácticas alrededor de la colaboración. A mayor cultura colaborativa mejor sistema colaborativo.

Del propósito a la acción

Como individuos podemos identificar nuestro propósito. Sin embargo, este puede ser similar o tener puntos de encuentro con otros propósitos. Así se crean los equipos de trabajo multidisciplinarios, todos orientados a un objetivo y al propósito mayor: el bien común.

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De ciudadanos globales a activistas del bien común

Gracias a la tecnología nos encontramos más conectados que en ningún otro momento de la historia. Por lo cual, la comunicación puede fluir con gran rapidez. Esto nos permite expandir el conocimiento más allá de las fronteras territoriales, sociales, mentales y contribuir de forma efectiva y visible al bien común. 

Escucha el llamado y únete para crear los cambios que quieres ver. Por ello debes pensar en grande y hacer de tu propósito algo gigante.

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