El debate por años en el Perú ha sido sobre qué métodos deberíamos aplicar para reducir los costos de producción y aumentar el rendimiento productivo sin llegar al extremo de restringir las importaciones agrícolas.
Primero tenemos que considerar ambos mercados (tanto interno como externo) y sus características previo a plantear cualquier cambio en el sector. Por un lado, tenemos un país exportador que es líder a nivel mundial en productos como: arándanos, paltas, espárragos, mangos, café, entre otros e incluso productos como el jengibre o la castaña que muestran un gran dinamismo productivo – comercial; y en el otro extremo tenemos un comportamiento de compras importadas mínimas de aquellos bienes en los cuales no somos eficientes o en los que simplemente no se llega a cubrir la demanda interna con la producción local.
El vetar o restringir las importaciones de maíz, trigo o arroz podría incrementar sus precios en el mercado nacional y afectaría a millones de personas directamente.
Entonces, ¿es posible cambiar la situación de los agricultores nacionales que reciben precios injustos sin tener que prohibir o restringir las importaciones ?
Cuando se pretende dar respuesta a este tipo de preguntas, rápidamente la relacionan a la producción de la papa peruana y sus más de 3,000 variedades asumiendo que el paupérrimo precio que reciben los agricultores (primer eslabón de la cadena productiva) se debe a la importación de las mismas; esta afirmación está muy alejada de la realidad. La importación de la papa solo representa el 1% del consumo y su ingreso al país se debe netamente por temas comerciales de franquicias extranjeras las cuales por sus propios procedimientos internacionales pre establecidos deben comprar este insumo de proveedores externos.
Bajo ningún análisis, debidamente sustentado, se podría pensar que estas políticas nacionales de restringir las importaciones ayudarán a mejorar la calidad de vida de este primer eslabón agro productivo. Lo que la agroindustria peruana necesita son buenas semillas certificadas, abonos de calidad acorde a un análisis del suelo que nos permitan mejores cosechas pero también políticas de consumo interno y canales de comercialización, desarrollo de infraestructura que permita el acercamiento del campo a las grandes ciudades, acompañamiento agrícola y aumento en la tecnificación, ampliación de las zonas productivas, acceso al crédito siempre y cuando se vincule a instrumentos financieros de manejo de capital, industrialización con valor agregado que nos lleve a un escenario de exportación de nuestros excedentes, entre otros.
La pandemia ha hecho que el comportamiento del consumidor a nivel mundial sea homogéneo, los mercados buscan productos con propósito y que el dinero pagado beneficie directamente a las comunidades productoras.
En conclusión, las restricciones a las importaciones agrícolas provocarán escasez y cuando la demanda aumenta y la oferta se reduce inmediatamente los precios se disparan.
Cesar Eduardo Asalde Zea
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