El mindfulness o la atención plena se considera típicamente como una facultad mental relacionada con la atención, la conciencia, la retención/memoria y/o discernimiento (Davidson y Kaszniak, 2015). Es un término que desde que comenzó a nombrarse dentro de un artículo científico (1970) nos genera curiosidad pero también dudas.
Para el caso de este artículo definiremos al mindfulness como “estar en el aquí y ahora”, estar presentes, estar viviendo plenamente lo que estamos viviendo.
Debido a la pandemia que nos ha tocado vivir, se han hecho comunes las frases como “hay que vivir el momento porque la vida es muy rápida”, “todo cambia, pero la vida es permanente”, “vivamos lo mejor posible”, etc. Y es que nos damos cuenta de que si nuestro más grande objetivo es ser felices y nuestra meta es cumplir con nuestros sueños hay que darle significado al vivir y hacerlo disfrutando cada momento.
Ya es conocido que a nuestro cerebro no le gusta que existan cambios, ni ciclos. Nuestro cerebro busca ahorrar energía y le gustaría vivir en nuestra “zona de confort”. Su máximo anhelo es que todo sea igual, que todo llegue de manera fácil hacia nosotros.
Sin embargo, la vida constantemente nos desafía. Nos pone enfrente problemas que debemos solucionar y se nos ha enseñado que, a través de lo cognitivo, es que debemos dar respuesta a esos problemas, cuando en realidad para poder lograr un objetivo, una meta concreta, lo que debemos hacer es poner nuestro foco en tres mundos más, a parte del cognitivo, de los cuales siempre nos olvidamos: el emocional, el corporal y el espiritual.
Para evolucionar necesitamos estar en presente, en presencia. No debemos regresar al pasado porque de tanto darle vueltas nos deprimimos; ni querer avanzar hacia el futuro, porque de tanto querer anticipar nos sentimos ansioso(a)s y al final no disfrutamos del regalo que nos da la vida: el aquí y ahora o mindfulness.
¿Cómo hacemos para poder tener una coherencia entre los cuatro mundos del coaching y, además, sentir que estamos aquí y ahora?
Debemos estar presentes, entrar en presencia. Pero ¿cómo logramos estar en presencia? Podemos hacerlo de tres formas muy prácticas:
- Enraizando el cuerpo: el objetivo de este ejercicio es anclarnos como si fuéramos un árbol que echa raíces en la tierra, sentir que la Madre Tierra es nuestro sustento. Para ello podemos sentarnos en una silla, quedarnos en silencio y poner nuestros pies tocando directamente el suelo. Sentir nuestra respiración, como entra y sale el aire a su propio ritmo y luego imaginar cómo desde nuestros pies salen raíces que nos conectan con el mundo, como nos sentimos parte del mundo, parte de un todo. Tratar de sentir esa conexión que nos hace parte del universo.
- Hablando o escuchando: es común que cuando hablamos con alguien, en lugar de escuchar y centrarnos en lo que nos está diciendo, nuestros pensamientos comiencen a “volar” hacia la próxima actividad que vamos a desempeñar, respondemos mensajes en el teléfono móvil o nos ponemos a repasar las tareas que nos esperan cuando lleguemos a casa. Lo ideal sería realmente prestar atención a la conversación que tenemos en el momento presente, mantener en todo momento una escucha activa, respirar, apagar el teléfono y mirar a la persona con la que estamos conversando a los ojos, así no perdemos la conexión con ella. Esta acción aumentará nuestra sensación de tranquilidad y calma, podremos conversar de una manera cercana y donde se establezca un vínculo real. Para ello también es bueno pausar la velocidad con la que me comunico.
- Pausando o bajando la velocidad con la que realizo las cosas: Esto quizá es lo más difícil de llevar a cabo, lo sé porque me considero una persona “multitasking” y eso hace que a veces no pueda dejar de estar haciendo varias cosas al mismo tiempo. Pero mi lucha es diaria, y te invito a que también sea tuya: tratemos de hacer una cosa a la vez y centrar toda nuestra atención en aquello que estamos haciendo; sea lo que sea: cocinando, almorzando, leyendo, escribiendo, estudiando, haciendo una tarea de la universidad, bañándonos, etc.
Estas pequeñas acciones nos mantendrán conectados con el aquí y el ahora, disfrutando de lo que tenemos y, sobre todo, de a quiénes tenemos y nos acompañan en el transcurrir de la vida.
Conoce el Pensamiento Continental que conecta la mente y el corazón en favor del aprendizaje. Gracias a la capacidad de observar, logramos sentir nuestro entorno y nuestro interior para hallar el equilibrio.
Katherine Poémape
Docente Universitaria de Coaching y Contabilidad.
Magíster en Dirección de Organizaciones y Gestión de personas.
Profesora de meditación y yoga.
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