La paradoja del pesebre vacío: Una Navidad que no entendemos

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La paradoja del pesebre vacío: Una Navidad que no entendemos

Millones celebran Navidad sin poder explicar quién fue realmente Jesús más allá de “nació en Belén”. Decoramos árboles, intercambiamos regalos, cantamos villancicos sobre un pesebre, pero la mayoría desconoce por qué el Nacimiento de Jesús debería importar dos milenios después. La paradoja es que festejamos el cumpleaños de alguien que no conocemos, o en quien no creemos. Entonces, ¿Puede un símbolo sobrevivir cuando se olvida lo simbolizado?

El Jesús histórico versus el Jesús comercial

Según fuentes históricas documentadas, Jesús nació en Belén, región de Judea que desde el año 63 a.C. formaba parte del Imperio Romano bajo el dominio del general Pompeyo. La Palestina del siglo I era territorio ocupado militarmente donde la población judía vivía bajo impuestos romanos.

El Jesús histórico fue profeta judío que desafió simultáneamente el poder romano y las estructuras religiosas colaboracionistas representadas por saduceos y el Sanedrín. Su mensaje central proclamaba inversión radical de valores mundanos como que los últimos serían primeros, los pobres heredarían el reino, el poder se manifestaría en servicio. Fue ejecutado no por accidente teológico sino como consecuencia política de amenazar el orden establecido.

La ironía surge cuando celebramos Navidad honrando al hombre que destrozó el mercado frente al templo, mientras convertimos su nacimiento en el mayor evento consumista del año.

La paradoja del pesebre vacío: Una Navidad que no entendemos

De Constantino a Coca-Cola: la metamorfosis navideña

En el siglo IV, el emperador Constantino legalizó el cristianismo (313 d.C.) y fijó la Navidad el 25 de diciembre, fecha que coincidía estratégicamente con festividades paganas romanas como Saturnalia y Sol Invictus. El movimiento revolucionario que desafiaba estructuras de poder se domesticó al convertirse en religión de Estado.

La comercialización victoriana del siglo XIX transformó la Navidad en celebración sentimental centrada en familia y regalos. Charles Dickens con «A Christmas Carol» (1843) inventó la Navidad emotiva que conocemos. Los árboles navideños alemanes se popularizaron en Inglaterra, nacieron las tarjetas festivas y el intercambio de obsequios masivos.

En 1931, Coca-Cola encargó al ilustrador Haddon Sundblom crear un Santa Claus cálido y comercial. Aunque el personaje existía previamente basado en San Nicolás de Myra (siglo IV) y había sido ilustrado por Thomas Nast en el siglo XIX, Sundblom consolidó la imagen moderna, hombre robusto, traje rojo y blanco (colores corporativos de Coca-Cola), barba blanca y aspecto bonachón. Sus pinturas para la marca (1931-1964) estandarizaron globalmente esta versión.

La globalización completó el vaciamiento y hoy celebramos Navidad con nieve artificial en países tropicales, renos en desiertos, árboles donde nunca crecieron pinos. Los símbolos viajaron sin contexto, convirtiéndose en decoración despojada de significado.

La paradoja del pesebre vacío: Una Navidad que no entendemos

¿Por qué el Nacimiento de Jesús sigue importando?

La narrativa del pesebre conserva poder filosófico profundo. La vulnerabilidad como revelación, pues Dios se manifiesta como bebé frágil que desafía todo concepto humano de poder. ¿Por qué pusieron a Jesús en un pesebre? Pues es una crítica permanente a estructuras de dominación que asocian divinidad con pompa y autoridad.

La Navidad celebra la esperanza, la posibilidad de renovación cuando todo parece perdido. Lo ordinario como portador de trascendencia, lo divino no llega en poder sino en fragilidad, invitación a reconocer lo sagrado en lo cotidiano.

Preguntas incómodas para Nochebuena

Si Jesús naciera hoy como hijo de migrantes indocumentados buscando albergue, ¿lo celebraríamos o lo deportaríamos?, ¿Qué diría Jesús del gasto navideño promedio versus pobreza mundial?, ¿Por qué honramos su nacimiento ignorando todo lo que enseñó después? 

La paradoja del pesebre vacío: Una Navidad que no entendemos

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