Disfrutar de una película ya no es lo mismo. La tecnología ha cambiado nuestra forma de consumir cine y ha creado una fuerte y novedosa industria del entretenimiento alrededor de ella. Renzo Cano, comunicador de la Universidad Continental, nos muestra las etapas que esta popular actividad ha atravesado a lo largo de su historia. 

A lo largo de la historia el consumo y la distribución del cine han sufrido constantes transformaciones: desde la invención del kinetoscopio, la caja de proyección y el kinetógrafo pertenecientes a William Dickson, pasando por el cinematógrafo de los hermanos Lumiere, hasta el revolucionario streaming; la forma de ver películas dan muestra de que el cine es una industria y un arte en evolución, a veces gradual y en ocasiones repentina.

El kinetoscopio fue el primer aparato en el que se reproducirá imágenes en movimiento, con la particularidad de que solo una persona podía ver estas imágenes por medio de un visor. Con la aparición del cinematógrafo de los hermanos Lumiere, el kinetoscopio sería relegado a las atracciones de feria como un juego óptico. Sin embargo, nadie imaginaría que esta forma de consumo individualista volvería en los dispositivos modernos: los celulares y tablets.

Las salas de cine y la experiencia colectiva

Lo que se impondría desde la aparición del cinematógrafo y del espectáculo sería la recepción y el consumo colectivo: la pantalla como foco de atención frente a decenas de butacas. En sus inicios, el cine fue proyectado en salas pequeñas e improvisadas en algunos teatros con diseños arquitectónicos propios. Su denominación como cine teatro se mantuvo por buen tiempo dando cuenta de la doble función de aquellas salas.

Posteriormente, estas se convirtieron en grandes y cómodas instalaciones comparadas a las de los multicines, además que se constituirán como un lugar indispensable para las proyecciones públicas. Fue así como el cine se proyectó durante sus primeros cincuenta años: como un lugar donde el público se concentraba para ver lo que ofrecían las productoras cinematográficas. Y lo seguiría siendo en las décadas siguientes, pese a la aparición de lo que se creía como el reemplazo de la pantalla grande: la televisión.

La televisión y el video analógico

La televisión se ocupó mayormente de ofrecer películas inactuales o en blanco y negro, permitiendo que las salas de cine se mantuvieran casi intactas y más aún cuando se produjo la instalación definitiva del cine en color, reforzando su oferta fílmica. En la década de 1970 las cosas cambiarían y se originaría una nueva etapa: se ampliará la oferta de la televisión a color (en el Perú esto ocurriría a partir de 1980) y las películas de estreno empezarían a exhibirse ahí a manera de segundo estreno. Se insertaría en el negocio la idea de las “ventanas de exhibición”: primero el lanzamiento en salas y luego en la televisión.

La llegada de los reproductores analógicos (Betamax y VHS) abrirían un nuevo frente. Las compañías cinematográficas muy pronto explotarían la circulación de las películas en cintas de video, pues permitían lo que la televisión no ofrecía: la posibilidad de ver y revisar las películas en los horarios que el usuario decidiera dentro de su propio hogar. Pero ello sería un negocio que se les iría de las manos, pues las cintas se podían duplicar y hacer circular en un mercado paralelo de ventas o alquileres: la piratería.

La digitalización de los soportes

Y llegamos al nuevo siglo con el proceso de conversión digital que avanza a pasos agigantados. De forma inadvertida, las películas se hacen ya no con el soporte fílmico sino con el numérico. Después de la primera década del siglo XXI se va generalizando la sustitución de los equipos de proyección tradicionales por los nuevos proyectores multimedia.

Mientras esto ocurre, el DVD (video disco digital) desplaza a la cinta de video, lo que se ve complementado luego con la aparición del Blu-ray, que le otorga mayor definición a la imagen. La rápida obsolescencia de los soportes físicos se muestra de manera cruda en el paso de la tecnología analógica de video a la digital.

También ha cambiado la dimensión de la pantalla televisiva, que se ha panoramizado (formato rectangular), aun cuando las emisiones de la televisión pública no apliquen necesariamente ese formato. Y también han sufrido las mismas modificaciones las pantallas de las computadoras, de modo que facilitan la reproducción en condiciones equivalentes a las de la proyección en pantalla grande.

El streaming y la nueva forma de consumo

Todos somos testigos de los nuevos modos de acceder a las películas. Estas provienen del espacio informático y son principalmente dos: la descarga de películas (el download) y el llamado streaming, por el que se accede a la película mientras es descargada. De momento, el streaming es el que marca la etapa del proceso audiovisual en marcha; la visión comercial de Netflix instituye la distribución de las películas directamente por internet y con suscripciones económicas. Amazon y HBO le siguen los pasos y otras empresas se van sumando.

La empresa Netflix es la primera en lanzar estrenos fuera de las salas. Pues estamos ante producciones que inicialmente fueron concebidas para las pantallas públicas. De hecho, son realizadores consagrados los que dirigen buena parte del material lanzado por streaming. Uno de ellos es el tenaz defensor de la tradición cinematográfico, Martin Scorsese, convencido por las posibilidades de poder disponer de presupuestos más holgados como lo fue para su película The Irishman (2019).

Frente a estos cambios no se puede advertir a corto plazo signos de una crisis en el espectáculo cinematográfico que se ofrece a través de las salas públicas. Lo que sí podemos predecir es que habrá un enorme crecimiento del mercado del streaming.