
El Papa Francisco no fue solo un pontífice, fue un gestor de crisis, un reformador en tiempos complejos, y un líder que entendió que gobernar la religión católica en el siglo XXI requería habilidades propias de un CEO. Su estilo rompió esquemas no desde la estética de la humildad, sino desde una visión estratégica de poder, influencia y cambio.
En tiempos donde las personas abandonan su fe religiosa, el descrédito institucional golpea incluso a las creencias más profundas, el Papa Francisco aplicó una lógica gerencial para enfrentar uno de los contextos más complejos que ha conocido el Vaticano en siglos. No lideró desde la torre de mármol, sino desde el terreno: escuchando, comunicando, tomando decisiones difíciles.
Gobernar entre crisis: el escándalo como rutina
El liderazgo del Papa Francisco se definió por su capacidad de navegar tormentas como abusos sexuales encubiertos, finanzas turbias, tensiones internas con los sectores ultraconservadores. A cada escándalo respondió con una narrativa clara y medidas concretas. Entendió algo clave de qué es liderar en tiempos de caos: enfrentar el conflicto, no silenciarlo.
Optó por intervenciones simbólicas y estructurales. Disolvió el Sodalicio de Vida Cristiana por casos de abusos sexuales, intervino órdenes religiosas como el Opus Dei, abrió los archivos del Vaticano sobre la dictadura militar argentina y los del pontificado de Pío XII , impulsó la renuncia masiva de obispos en Chile tras escándalos de pederastia y aprobó el motu proprio Vox estis lux mundi para combatir los abusos en la Iglesia . Actuó como un CEO que hereda una empresa en crisis: limpia la casa, redefine los valores y transforma la cultura desde dentro. Pero no todos lo aplaudieron.
La resistencia fue feroz. Muchos en la curia vieron en él una amenaza. Sin embargo, Papa Francisco no reculó. Su liderazgo se sostuvo en la convicción de que para sanar una institución rota había que operar con bisturí, no con guantes de seda.
Comunicación poderosa: del púlpito a Twitter
Uno de sus movimientos más disruptivos fue tomar control del relato. Redefinió la forma de comunicar del Vaticano. La palabra “misericordia” no solo fue un valor teológico, fue una estrategia de posicionamiento. Las redes sociales dejaron de ser periféricas: con frases concisas, poderosas, el Papa Francisco estableció conexión directa con millones, saltando la rigidez del ceremonial eclesial.
Supo que en la era del ruido comunicar es gobernar. Y comunicó con audacia. Desde entrevistas a medios seculares hasta gestos escenográficos como lavar los pies de migrantes. Cada acto fue una narrativa. Gobernar una institución milenaria con códigos del presente fue su apuesta. Y funcionó.
Descentralizar para sobrevivir
Como cualquier CEO que entiende que el control absoluto en entornos complejos es una ilusión, Papa Francisco avanzó hacia una estructura más horizontal. Delegó más poder a conferencias episcopales, promovió sínodos regionales, impulsó reformas para descentralizar decisiones cruciales.
Redefinió el liderazgo eclesial como algo menos vinculado al dogma y más al servicio. En ese proceso, el Papa Francisco mostró con hechos lo que significa hoy qué es liderar: guiar sin imponer, sostener tensiones sin quebrarse, reformar sin destruir.
¿Qué vendrá luego del liderazgo del Papa Francisco?
La muerte del Papa Francisco no es solo la pérdida de un hombre. Es una encrucijada para la religión católica. Más del 70% de los cardenales que votarán en el próximo cónclave fueron designados por él. Eso deja una huella indeleble. ¿Será suficiente para garantizar continuidad? ¿O veremos una reversión hacia el conservadurismo como respuesta al vértigo que su liderazgo provocó?
La muerte del Papa Francisco abre una etapa de incertidumbre. Pero también deja una hoja de ruta: mostrar que el liderazgo en contextos de transformación requiere coraje, estrategia y humanidad. Lo esencial fue su capacidad de actuar con visión a largo plazo, incluso sabiendo que no vería todos los frutos.
La pregunta ahora no es si habrá otro líder como él. La pregunta es si la Iglesia podrá sostener el cambio que él inició, o si la muerte del Papa Francisco marcará el inicio de una verdadera renovación.
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