
A menudo asociamos la innovación con la informática o el software, pero ¿qué hay detrás de cada computadora, teléfono o red de comunicación? La respuesta es la electricidad, controlada, regulada y convertida en señales procesables gracias a la ingeniería eléctrica que ha evolucionado silenciosamente para dar forma al mundo moderno.
La era del transistor y los primeros circuitos
En 1947 John Bardeen, Walter Brattain y William Shockley desarrollaron el transistor en los laboratorios Bell. Hasta ese momento, la computación dependía de tubos de vacío, dispositivos grandes y con tendencia a fallar. La invención del transistor permitió miniaturizar y mejorar la eficiencia de los circuitos integrados electrónicos, sentando las bases de la computación moderna.
Para 1958, Jack Kilby y Robert Noyce dieron el siguiente gran paso con la creación del circuito integrado, el primer dispositivo capaz de contener múltiples transistores en un solo chip de silicio. Esto marcó el nacimiento de la era digital, donde los cálculos eléctricos podían realizarse a velocidades impensadas. La ingeniería eléctrica mejoró la eficiencia de los dispositivos y transformó a la electricidad en un pilar del desarrollo tecnológico.
Los microprocesadores en Ingeniería Eléctrica: Inteligencia en silicio
En 1971 la compañía Intel lanzó el Intel 4004, el primer microprocesador comercialmente disponible. Este pequeño chip contenía 2,300 transistores y podía ejecutar operaciones complejas de forma autónoma. Fue el inicio de la computación personal con la creación de los primeros ordenadores de escritorio y, más adelante, los dispositivos móviles.
La Ley de Moore, propuesta por Gordon Moore en 1965, establecía que la cantidad de transistores en un microprocesador se duplicaría aproximadamente cada dos años. Este principio guió el desarrollo de la industria, permitiendo que las computadoras pasaran de ser máquinas del tamaño de una habitación a dispositivos que caben en la palma de la mano.
Un dato interesante es que el procesador más avanzado de hoy, el Apple M3 o los chips de NVIDIA para IA, contienen miles de millones de transistores en un solo chip. Esto solo fue posible gracias a la evolución de la ingeniería eléctrica y la capacidad de fabricar el nuevo circuito integrado a nanoescala.
Aquí nace la conexión con la inteligencia artificial: sin el poder de cómputo de estos chips, los modelos de IA como GPT-4 o los algoritmos de visión artificial no podrían procesar la inmensa cantidad de datos que requieren. La IA no es magia, es electricidad organizada en patrones eficientes dentro de un procesador.
Dispositivos inteligentes que convierten el mundo físico en datos digitales
Hoy vivimos en un mundo donde los objetos piensan: relojes que miden el ritmo cardíaco, cámaras que reconocen rostros, asistentes virtuales que responden preguntas. Todo esto es posible gracias a los sensores eléctricos que convierten el mundo físico en datos digitales.
La miniaturización de sensores de movimiento, temperatura, presión y sonido ha permitido la creación del Internet de las cosas, donde millones de dispositivos están interconectados y operan de manera inteligente. La energía eléctrica no solo los alimenta, sino que también permite la transmisión de datos entre ellos.
Ejemplo claro de esto son los autos autónomos, que dependen de sensores LiDAR y cámaras eléctricas para interpretar el entorno. Sin la capacidad de convertir la luz y el sonido en señales eléctricas procesables, estos vehículos serían imposibles.
De la ingeniería eléctrica a la inteligencia artificial
La inteligencia artificial depende de tres elementos: datos, algoritmos y poder de cómputo. Este último es el que la ingeniería eléctrica ha proporcionado.
Los chips especializados en IA, como las GPU de NVIDIA y las TPUs de Google, están diseñados para ejecutar miles de cálculos en paralelo, lo que permite el entrenamiento de redes neuronales profundas. Sin este tipo de hardware, un modelo como ChatGPT tardaría siglos en aprender lo que hoy puede hacer en semanas.
La ingeniería eléctrica también ha permitido la creación de chips neuromórficos, que imitan el funcionamiento del cerebro humano utilizando el circuito integrado eléctrico optimizado. Empresas como IBM e Intel están desarrollando estos procesadores con el objetivo de crear inteligencia artificial más eficiente y cercana al pensamiento humano.
Todo esto nos lleva a afirmar que desde los primeros experimentos con electricidad hasta las redes neuronales artificiales, la ingeniería eléctrica ha sido el motor del desarrollo tecnológico. La computación, el internet, los dispositivos inteligentes y la inteligencia artificial no existirían sin los avances en transistores, circuitos integrados y microprocesadores.
Estamos en un punto donde la pregunta ya no es si la ingeniería eléctrica seguirá liderando la innovación, sino hasta dónde puede llegar. ¿Llegaremos a crear un cerebro artificial con chips eléctricos?
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